martes, 13 de septiembre de 2011

La caja decorada

 Un dia no hace mucho tiempo se me ocurrió aparecer por un taller literario, tras comentarlo unos amigos. Hasta entonces no conocía que existiesen. Es algo gratificante y curioso. Un puzle de todas las profesiones y oficios, personas con inquietud intelectual y algunos eran buenísimos. Se lee, se comenta, se escribe y sobre todo te dan pautas. Os animo a probar.


Os inserto un relato para cambiar de tema ya me comentais
     
   Un día más Julio se dirigía hacia su trabajo y como no, con la hora justa. Bajó de su casa dispuesto a tomar su golf  rojo TDI. Una vez situado en el portal su cabeza comenzó a dar vueltas a una idea.
De pronto recordó el lugar, aunque un poco en nebulosa. Mentalmente se situó en la transversal de la calle Bueno Monreal, con general Merry. Dirigió sus pasos agitados en esa dirección y en el trayecto le surgió la duda.
Quizás no fuese allí. En décimas de segundos rememoró, qué hizo el día anterior al bajar del mismo; llevaba la maleta, con los frascos de colonia de muestras para la venta, el ordenador, colgado en el hombro y el regalo para Juana en la otra mano. Iba muy cargado. Pero ¡No recordaba que hubiese caminado tanto rato! Así es que no sería allí, sino posiblemente había aparcado más cerca de su casa-.
            Volvió sobre sus pasos y no lo encontró. ¿Me lo habrán robado?  Serán los gamberros de siempre, que vagabundean por aquí. Seguro. Llamaré ahora mismo a la policía ¡Esto no se puede aguantar más!  ¡Es que no queda sitio ya, para la gente honrada!
Sin dudarlo tomó el móvil. En ese momento, le aparecieron en la pantalla  unos números muy grandes que le indicaban la hora… ¡Uf¡ No me queda  tiempo para buscarlo, llegaré tarde a la cita.
-Taxi…..taxi…- llamó apresurado- levantando el brazo al mismo tiempo.
¡Y pasa de largo el tio!-comenta para sí- ¡Pero por qué llevará la luz verde encendida y pasa de largo…¡Estas cosas, solo me suceden a mí, y justamente hoy!
A los pocos segundos  paró un taxi delante de Julio, sin haberle dado tiempo aún a levantar la mano. Vaya, menos mal  que no todo me va a salir atravesado. El se acomodó en el coche sin pensarlo y saludó al conductor.
-Buenos días, Señor.
 ¿A dónde le llevo caballero?
- A la Macarena
-¿Que camino quiere que tomemos?
- El más rápido. Usted sabrá amigo,-Yo, no soy taxista-.
- Yo pregunto –dijo el taxista, en tono conciliador- porque hay pasajeros y se lo digo, como José que me llamo, que luego me crean problemas con la ruta que he elegido.
El taxista, tomó rumbo al destino indicado y sin más se encontraron metidos en la caravana mañanera de autobuses escolares, obras por todos los caminos posibles y como no… las bicicletas, que a pesar de tener su sitio reservado también osaban ir por la calzada.
Julio, estaba rojo de ira contra todo y no conseguía controlarse, de modo que el taxista una vez más, tomando ese lado de psicólogo, que llevan  intrínseco los de su profesión; consiguió entablar  conversación con él logrando relajar poco a poco a nuestro Julio. Seguía preocupado por sus problemas de trabajo, sus relación con Juana, su mujer, y quizás en el fondo por lo tarde que se había levantado, a causa de la discusión que mantuvieron ambos la noche anterior. Así lo expresó sin pensarlo mucho.
-No se ponga usted así con la parienta amigo, si esa es la salsa de la vida. Que se lo digo yo hombre, que no merece la pena. Algún día la echará de menos.
- Usted no sabe cómo se encabrita por cualquier cosa esta Juana y además es que coge la tarjeta y ¡ale! alegremente como si regalaran las cosas…- comentaba Julio-.
-Pues déjela que disfrute. Usted que parece que puede.
- Si... es muy fácil de decir. ¿A que usted no le pasa?
- En otra época, como a usted seguramente. Poco tiempo para vernos y luego follón por cualquier motivo. ¡Que le digo amigo que no merece la pena! Ahora vamos juntitos a todos lados y ya no hay ocasión para cabrearse. ¡Y lo echo de menos, no crea!
                                                             ***
Con la conversación Julio acabó por calmarse y dejó a un lado las preocupaciones rutinarias para centrarse en la cita próxima, a la que gracias a las habilidades del taxista iba a llegar a tiempo y con buena disposición de ánimo.
Antes de despedirse y dar las gracias al taxista, Julio, dirigiéndose a él, quiso saber algo que le tenía intrigado durante toda la carrera. José, el taxista, llevaba a su lado una hermosa cajita muy bien decorada,  con forma de pequeño jarrón  que de vez en cuando vigilaba con mimo, para que estuviese bien colocada.
-Y dígame José, le molestaría contestarme a una pregunta antes de marcharme.
-Como no amigo, lo que usted quiera. Me ha caído simpático.
-Qué lleva en esa preciosa cajita que cuida con tanto mimo.
            - Pues que va a ser…, las cenizas de mi Rosa, que a todos lados me acompañan.

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