sábado, 17 de diciembre de 2011

Otra vez aquí

Buenas noches tras un largo invierno de inspiracion. Al fin hoy estamos aquí unidos en nuestro compartir.

Mas bien de mi compartir poque echo en falta una interacción por vuestra parte. Me sería grato saber vuestras impresiones de todos tipo y deseo que me las comuniqueis.

He estado mas ocupada de lo normal con la preparación de un texto para un pregón que para mí ha sido una experiencia muy interesante. Un dia de estos la colgaré en el blog, ya que me la ha pedido una amiga.

Hoy quiero poner en vuestras manos este pequeño relato -al que le tengo u cariño especial- muy a propósito con las fietas que se aproximan.



EL REGALO

Era muy temprano. Hacía frio. Aquella mañana, me encontraba remolona entre las sábanas templadas. Noté una sensación extraña en el ruido habitual de la casa. Aún no había amanecido y como algo muy lejano, me pareció escuchar ruidos de risas, cuchicheos y el golpeteo característico de unas carreras, con los pies descalzos y con prisas. ¿De qué se trataba? ¿Ocurría algo o estaba soñando?

Decidí pensar, que en realidad estaba soñando ya que no era capaz de levantarme. Todavía al dar la vuelta en la cama, en mi sueño, me encontré envolviendo regalos con los pliegos de los papeles comprados en el chino -que siempre al intentar doblarlos se resbalaban- y cerrándolos con el celofán. La muñeca nenuco, el barco de los clips, la camisa y la corbata de todos los años, la bici roja de Fernandito…; Veía cientos de globos de colores flotando, ¿cuántos habría inflado? Mis pulmones estaban cansados, así que al menos serían treinta. ¡Otro año sin acordarme de comprar la maquinita para inflarlos! Era tarde, muy tarde, cuando las copitas de anís quedaron en la bandeja de siempre, junto a los polvorones y mantecados para Baltasar, y el cubito de agua para que pudieran beber los camellos.

-¡Siempre tienen sed, mamá, que no se te olvide!



-Mamá despierta, corre ven, ven rápida al salón ¡Han venido los Reyes Magos!

El murmullo era cierto, no soñaba. En cinco segundos los niños me arrastraron a la sala donde la noche anterior habíamos dejado cada uno nuestros zapatos, los pequeños y los grandes, a presenciar unos momentos inolvidables. Las caritas inocentes asombradas, aleladas ¡Tantos paquetes de colores… ¡ No cesaba el ruido del rasgar envoltorios …
Mamá ¿has visto tus regalos? No, aún no, ahora los veo. Miré hacia mi sitio buscando el pañuelo de seda habitual y de pronto, me llamó la atención algo muy alto de madera con un papel celofán de tonos amarillos envolviéndolo, como si fuese una caja de bombones. Bajo el papel, un gran lienzo en blanco apoyado en un caballete ¡era el que me había comprado mi madre, mucho tiempo atrás! -hasta entonces había estado oculto en el trastero- también la caja de pinturas estaba allí, la antigua, restaurada y actualizada en pinceles y tubos. Toda clase de detalles y en un lateral casi olvidado, un papel oculto, con el dibujo de Gaspar en la portada que decía:

“Mama, para que vuelvas a disfrutar de lo que realmente te gusta, la pintura”.

No puedo expresar lo que sentí. Pero si puedo afirmar, que ha sido el mejor regalo de mi vida.

Trinidad Pérez Ballester Sevilla, 2009